lunes, 22 de junio de 2009

La función de lo intrascendente


El próximo miércoles, Simon y Cabañillas serán interpelados en el Congreso. El próximo miércoles hay función de circo. Y es que la esencia del otorongo convertirá una buena chance de demostrarle a la población que los sangrientos hechos de Bagua no serán pasados por agua tibia, en escenario para que los congresistas luzcan su inalterable capacidad de desperdiciar minutos en acusaciones de colegio, razonamientos a lo Chespirito y retórica de burdel.
El presidente García ha respaldado públicamente al Premier aunque a estas alturas Simon debe pensar “mejor no me defiendas, hermanito.” Quizá, como aconsejan muchos, lo mejor para el buen Yehude sea dejar el cargo con un mínimo de redención tras propiciar un dialogo -tardío e insuficiente pero diálogo al fin- con los nativos y contribuir así a la calma chicha que se vive en el país. De cualquier manera -con renuncia, censura o continuidad- queda claro que a pesar de sus capacidades como político y una promesa inicial de ser contrapeso a las arremetidas del presidente y el aprismo, Simon apenas pudo seguir la comparsa errónea del ejecutivo sin recibir respaldo alguno de una bancada que nunca lo cubrió.
El caso de Mercedes Cabañillas resulta más sencillo. Su responsabilidad en la muerte de policías es directa a pesar de sus constantes intentonas por tirarle la pelota a Flores Araoz –otro pelmazo- e incluso a mandos de la misma PN –a quienes, sin embargo, no duda en llevar como escolta/demostración de solidaridad a cuanta presentación se le convoque- pero en el caso de la Ministra del Interior, la defensa a ultranza del oficialismo hará que su presentación en el Congreso le resbale más fácil que gotita de sudor.
De cualquier manera, se llegue o no a la moción de censura, lo del miércoles difícilmente pasará de una nueva función de lo intrascendente, pirotecnia inservible para los problemas puntuales que generaron los sucesos en Bagua y amenazan con desatar nuevos conflictos en distintas regiones del país. No es ser pesimista sino real. Aunque a estas alturas –y en temas relacionados al manejo político del país- viene a ser la misma cosa.

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